Me olvidé de mi para cumplir con las expectativas de los demás
Siempre he sido “la oveja negra” de la familia y de pequeña aquel empeño por hacerme encajar en unos zapatos que no eran míos me hacía sentir muy incomprendida.
Intenté responder a lo que se esperaba de mí, pero ir en contra de mi voz interior me hacía sufrir. Aquella niña solo soñaba con un mundo más cálido y humano.
La escritura me ayudaba a ordenar todo aquel caos interno y mi abuelo materno fue mi refugio.
Mi adolescencia transcurrió en una lucha constante entre la necesidad de ser yo y el deseo de cumplir las expectativas ajenas hasta que, a los 18 años, cuando tocaba decidir mi futuro profesional, claudiqué.
Estudié una carrera de ciencias con salida profesional. Encontré un trabajo estable, reconocido y bien remunerado. Me casé. Había cumplido.
Aparentemente tenía todo a lo que podía aspirar en la vida y sin embargo vivía con una sensación de insatisfacción constante. No era capaz de identificar qué era lo que faltaba en aquel puzzle, así que tuve a mi primer hijo.
Ser madre me hizo despertar y tomar conciencia de que me había olvidado completamente de mí. Lo que faltaba en aquella vida que había construido, era yo.
En aquel momento entendí que el misterio de la vida era volver a convertirme en mi misma y no he cesado en mi empeño desde entonces.